Jaaukanigás

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Antes que promover una toponimia o una voluntad de apropiación, estos poemas dejan que la tierra se diga a sí misma. Si nombrar el lugar despierta un goce, este se imparte por igual entre la voz y el suelo, e invocando su acepción más originaria, el verso obra como línea abierta en la superficie de la lengua para que la semilla derramada retome el camino de la materia. Espacio y poeta se reúnen en la pronunciación de los sonidos que hacen eco de lo visible, del paisaje que no se mantiene como tal sino que se transforma en vida impersonal que atraviesa los cuerpos. Mitos, anécdotas, criaturas y geografía se remiten unos a otros en una red tan firme como los tejidos imbatibles del irupé, y por momentos se enrostran contra la urbanidad para que de dicho cruce emerja la gran tarea de lo humano por venir: despabilarse a la biósfera, aprender a amarla. Hundirse en esta selva verbal, entonces, no será para quien tenga el valor una experiencia inerte, sino agreste, floral y, sobre todo, liberadora.

Por otro lado, este libro tiene un plus: las fotografías de Maximiliano Conforti. Con la intervención militar que interrumpió el funcionamiento de la editorial, se frenó también la publicación de enciclopedias sobre diferentes regiones del país. Para ello, un grupo de investigadores y fotógrafos partían en recorridos exploratorios. Esta práctica se retomó –poéticamente– para estas páginas: Conforti viajó Jaaukanigás y nos retrató el humedal.

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Información adicional

Peso 0.1 kg
Dimensiones 0.12 × 0.17 × .1 cm